«YO POR DELANTE DE TI»

En estas semanas de exámenes llama mi atención la competitividad entre los estudiantes. Tiene el lado positivo de que les estimula a estudiar más y prepararse más a fondo, pero hay algo negativo en esa tendencia tan difundida a compararse constantemente con los demás: «Soy bueno porque estoy por encima de ti», se dicen para sí mismos al comprobar que han obtenido una nota mejor.

Hay algo bueno en la emulación, en la sana competencia que ayuda a esforzarse más, pero es mala la envidia que se alimenta de la comparación. Se dice a menudo que las comparaciones son odiosas, pero estamos todo el día comparándonos con los demás. Es lo mismo que pasa con las publicaciones en Facebook o en Instagram: una búsqueda inquietante de los «likes«, del número de los «me gusta» —no importa quién sea—, una necesidad no solo de ser admirado, sino de sobresalir por encima de los demás, sea en las notas, en el modo de vestir más guay o en lo que sea.

Hace poco el profesor Higinio Marín escribía que contra envidia alabanza. Así es. La envidia es asquerosa; ella sola es capaz de destruir la mejor amistad. Por el contrario, qué bueno es que admiremos a los demás y que así se lo digamos.

El profesor australiano Brian Martin sostiene que la envidia es un subproducto del sistema universitario, que la universidad misma está montada sobre la envidia. Me parece una exageración: lo malo es la metáfora de superior e inferior. En una comunidad universitaria todos —estudiantes, profesores y trabajadores de administración y servicios— tienen igual dignidad, independientemente de su trabajo, sus calificaciones, publicaciones o reconocimientos. Tal como escribe Antonio Machado, «Nadie es más que nadie».


Pamplona, 8 de diciembre 2017.

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