¿POR QUÉ TANTA VIOLENCIA EN EL CINE?

Desde hace algunos años llama mi atención el notable incremento de la violencia en el cine. Cada día aparecen más películas en las que los protagonistas actúan con una crueldad despiadada y en las que se exhibe impúdicamente el sufrimiento y el ensañamiento de unos seres humanos contra otros.

No soy capaz de ver ni una de esas películas. En mi viaje a Brasil intenté durante el vuelo ver alguno de los últimos éxitos cinematográficos. Al poco acabé pasándome a la zona de Cine-Club y volví a disfrutar un rato con «Cantando bajo la lluvia» y «Casablanca». Quizá esto se deba a que soy raro o viejo.

Algunos hablan de una moda de «violencia recreativa», que —al parecer— se ha generalizado en las últimas décadas después de «El silencio de los corderos» (1991). Otros dicen que se trata de un reflejo de la crueldad y el odio que impregnan nuestra sociedad, o quizá mejor la sociedad norteamericana.

Lo que más me intriga es por qué esas películas tan violentas y descarnadas —que soy incapaz de ver— atraen a tanta gente. Probablemente la respuesta esté —me decía mi experto amigo Pedro Russi— en que el consumir ficción violenta anestesia la violencia cotidiana más próxima en la que quizá transcurre su vida: son usuarios de la violencia y ese consumo les insensibiliza.

Quedé horrorizado, pero algo así era el supuesto efecto catártico de las terribles tragedias griegas. Yo busco películas que me diviertan, que alimenten mi imaginación, que aumenten mis ganas de ser mejor persona y de cuidar más a los demás. No quiero violencia ni real ni virtual.


Sao Paulo, Brasil, 14 de diciembre de 2017.

Fotograma de «Assassin’s Creed»

 

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